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—Finalmente —Aries sonrió sutilmente mientras miraba al hombre de pie en el altar. Entrecerró los ojos para verlo mejor, y su corazón casi se derrite. Abel era hermoso, como un ángel enviado del cielo con ese traje blanco sin ninguna mancha de impureza. Y sin embargo, su encantadora belleza gritaba peligro emocionante.
Sus ojos recorrieron el interior de la capilla, sonriendo a los muy pocos invitados dentro. Sin embargo, estaba bastante bien decorada, lo que daba un aire ligeramente romántico. Si no supiera nada, se preguntaría cómo diablos lograron tener tiempo para decorar este lugar con una generosa cantidad de flores bajo la nariz de Joaquín.
—¡Dama Aries~! —dirigió su mirada, débilmente, en dirección a Conan, riendo al verlo saludar emocionado.