—¿Grimsbanne? —susurró Aries, parpadeando, observando cómo Abel retiraba su cabeza suavemente, creando una distancia del largo de una palma entre sus rostros. —¿Tienes otro nombre?
—Sigo siendo Abel.
—Pero un apellido diferente... —ella dejó la frase en el aire al darse cuenta de algo.
Aries había leído la historia de Haimirich e ignorado los detalles que no tenían sentido. Pero ahora que lo recordaba, hubo un tiempo en Haimirich, cuando Abel la llevó a la Capital y le contó una historia sobre su familia. O mejor dicho, como él lo afirmó, sobre la familia del primer emperador, aunque no había nada de eso escrito en los registros.
Pero con esta pieza de información presentada sobre la mesa, esa historia que él le contó de manera no seria, de repente cobró sentido.
—Esa historia que me contaste en ese entonces... —hizo una pausa, viéndolo asentir incluso antes de que ella pudiera terminar. —... ¿tienes hermanas?
—Sí, tres para ser exacto.
—¿Dónde están?