—¿Este… es el emperador?
La mente de Aries quedó en blanco, y apenas parpadeó mientras miraba al animal dentro de la jaula. No, no era un animal salvaje. Estaba cubierto de sangre, sangre seca alrededor de su boca y en todo su cuerpo, manchando el suelo. Rugidos intimidantes acariciaban sus oídos de vez en cuando, mientras él extendía su mano sucia hacia ellos.
—¿Qué es esto…? —se preguntaba mientras todos los músculos de su cuerpo se tensaban como un nudo en su estómago.
Esto era algo que nunca había cruzado por su mente. ¿Incluso en su imaginación más salvaje habría considerado que el emperador cayera en este estado? ¿Había perdido la razón? Aries solo podía retorcer esta revelación para darle más sentido, ya que no había manera de que el emperador se convirtiera en un monstruo.