Al final, Aries no pudo visitar a Curtis, aunque su habitación estaba cerca. Se quedó en su habitación en silencio. Cherry no podía caminar por sí misma, así que tuvo que pedir a los caballeros que la acompañaran a salir.
—Mi dama —llamó Gertrudis mientras limpiaba las yemas de los dedos de Aries mientras esta última estaba sumergida en la tina—. ¿Está bien?
Aries abrió los ojos como si hubiera estado callada desde que Cherry fue acompañada afuera. Sus ojos cayeron sobre Gertrudis y captaron la preocupación en los de esta.
—Por supuesto —ella sonrió débilmente a Gertrudis, recostándose contra la tina y dejando que su mucama personal le limpiara las manos—. Simplemente tengo curiosidad por lo que ella hará.
Aries ladeó la cabeza y volvió a fijar su mirada en Gertrudis. —¿Alguna vez te he hablado de ella, Gertrudis?
—Solo un poco, mi dama.