—Un caballero agarró el hombro de Ismael y lo arrastró al cadalso, pateando la parte trasera de su rodilla para hacerlo arrodillar en la superficie. El caballero no dudó en empujarlo hacia abajo hasta que su cuello estuvo sobre la luneta.
—Mientras aseguraba la luneta, Ismael contuvo la respiración mientras miraba hacia arriba. Había presenciado muchas ejecuciones en el pasado y siempre se había preguntado qué veían esas personas antes del final inevitable. Pero a diferencia del temor que solía ver en aquellos delincuentes que antes estaban en su lugar, sus labios se curvaron sutilmente.
—La vista frente a él era hermosa y conmovedora. Las lágrimas que inundaban los rostros de las personas y sus gritos indistintos conmovieron su corazón. No se estaban riendo de su caída, ni lo estaban burlando.
—Eso solo… era suficiente para él.
—Manuel... —susurró Ismael mientras sus ojos se suavizaban, dejando rodar una lágrima por su mejilla—. ... ¿por qué estoy feliz?