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—Ruegan por ayuda —Aries sonrió con suficiencia, al ver cómo la boca de Carlos se abría de par en par—. ¿Por qué no lo intentas? Aunque soy una extranjera, esta alienígena sigue siendo la princesa heredera y la futura emperatriz. Mis palabras tienen valor; pueden cambiar una vida.
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Una vez más, el silencio cayó sobre la ya silenciosa prisión tras las palabras de Aries. La comisura de sus labios se curvó hacia arriba, disfrutando la sorpresa que dominaba su rostro ligeramente maltratado. Aunque no sabía lo que había pasado, Aries ya tenía una vaga idea de cómo este hombre había resistido su arresto, y Román, el séptimo príncipe, había sacado el máximo provecho de ello.
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—¿Qué estás...?
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