Mientras tanto...
En un salón privado de un establecimiento situado cerca de las afueras de la capital, un grupo de hombres enfadados se sentaba alrededor de una mesa de roble ovalada. En el extremo más lejano estaba Ismael, con un feo ceño fruncido mientras escuchaba la interminable guerra de palabras de los hombres sobre el plan de Joaquín.
—¡Basta! —golpeó la palma de su mano contra la mesa cuando ya había tenido suficiente de esa riña—. Debatir sin cesar no resolverá el problema. El incidente de hoy es una mera demostración de poder ya que Su Majestad no se había involucrado en la corte para centrarse en su salud. Sin embargo, es innegable que el príncipe heredero finalmente ha reunido el valor para eliminar a aquellos que amenazan su poder.
Ismael bufó mientras sus ojos se oscurecían. —Sea cual sea el plan que haya ideado, me aseguraré de que nunca tenga la última risa.