Joaquín no fue inicialmente el príncipe heredero. No se le nombró príncipe heredero por ser el segundo hijo del emperador. Se decía que el primogénito era un joven brillante, sabio e impresionante cuyo futuro estaba asegurado con el respaldo del emperador y de la difunta emperatriz.
Desafortunadamente, el joven príncipe heredero, aunque nacido para la grandeza, no fue bendecido con una larga vida. A la edad de efímeros quince años, falleció.
Tradicionalmente, el título de príncipe heredero se transmitía al actual heredero del trono, el Imperio Joaquín. Nadie se opuso a esta decisión, pues un hecho permanecía. Aparte de la tradición, Joaquín no era menos notable que su hermano mayor. La única diferencia entre los dos jóvenes radicaba en sus corazones y creencias diferentes.