—Ilumínalos con una sonrisa, cariño.
Abel sonrió con ironía mientras mantenía inmóviles sus caderas y, como una bestia loca, introdujo su erección profundamente en ella sin previo aviso. Siseó a través de sus dientes apretados, permaneciendo inmóvil mientras sentía la vibración de su cuerpo bajo su palma.
Sus rodillas temblaban al cerrarse levemente, luchando por no abrir la boca. En cambio, el lado de sus labios se estiraba en una sonrisa mientras sus ojos se encontraban con el caballero que caminaba abajo. Este último inclinó ligeramente la cabeza en un gesto que parecía una reverencia, antes de mirar hacia otro lado sin detenerse en su camino.
Un alivio instantáneo envolvió su corazón pero fue breve cuando Abel movió sus caderas muy lentamente.
—Ah... —Aries apretó los dientes mientras cerraba su mano en un puño apretado, mirando hacia atrás solo para ver un par de ojos peligrosos devolviéndole la mirada.