—Mamá, Mamá, necesitas venir con nosotros —dijo uno.
—Vamos, Mamá. Vamos —añadió el otro. Cada uno tomó una mano y me tiraron para levantarme. Se habían vuelto mucho más fuertes y lograron ponerme de pie simplemente tirando de mí.
—Esperen un momento, ustedes dos. ¿Qué está pasando? —reí mientras me arrastraban hacia la puerta.
Justo cuando les hice esa pregunta, se abrió la puerta. Artem entró sonriendo.
—Ustedes dos están demasiado emocionados —se reía de ellos—. Les dije que esperaran por mí.
—Queríamos llegar primero con Mamá —Gil tiró de mi mano.
—Sí, nosotros también somos hombres. Podemos ayudar a Mamá a bajar las escaleras —añadió Cohen.
—Y qué hombres tan fuertes son ustedes también —sonreí y les acaricié las mejillas.
—Sí, pero Mamá necesita ser cargada por las escaleras y ninguno de ustedes puede hacer eso todavía —Artem me levantó en sus brazos mientras les decía esto.
