El teléfono sonó un par de veces más y ella, enojada, lo puso en modo no molestar y siguió durmiendo.
Después de alrededor de una hora, escuchó que tocaron su puerta, pero ella no se movió, la tocaron unas cuantas veces más antes de que se levantó y caminó hacia ella.
Tiana estaba del otro lado, mirándola con sorpresa.
—¿Por qué sigues con tu ropa de fiesta, acabas de llegar? —preguntó luciendo preocupada, Gwen no tenía ganas de hablar.
—No, volví anoche, pero estaba demasiado cansada para cambiarme.
—Ah… está bien, entonces ve a bañarte ahora y lávate el rímel corrido por tu rostro.
—Ah… está bien,
—Llamé más temprano, no contestaste así que vine a ver si habías vuelto. Lo siento por no preguntar ayer, me quedé dormida de manera extraña y hasta el marido tuvo que cargarme.
La garganta de Gwen se apretó.
Ahí estaba ella, un desastre, mientras Tiana, por quien ella había planeado todo, simplemente se la pasaba de lo mejor con su esposo.