—No hiciste nada, pero con lo rojas que están tus mejillas, me haces pensar que en realidad hiciste algo sucio. Dime, ¿en tus sueños estuvimos... haciendo eso? —preguntó Michael con una sonrisa, y la cara de Diana se enrojeció aún más, agarró una almohada y la arrojó hacia él.
—El se rió al atrapar la almohada con sus manos.
—Oh, así que sí lo estuvimos haciendo, ja ja, dime, ¿cómo fui? Te despertaste sobresaltada, ¿era yo demasiado grande?
—Diana le lanzó otro cojín.
—¿Gr… Grande qué?
—Diana no podía creer que este fuera el hombre que temblaba como un perro mojado esta mañana.
—Solo tuve un sueño en el que me veías en la ducha, eso es todo. —Bueno, era un sueño para mayores de edad, pero era una mejor explicación a lo que realmente había soñado.
—Ah, así que era eso.
—Sí, así que deja de sonreír con malicia y ven a comer algo, tienes que tomar tus medicinas. —Se levantó y caminó hacia la puerta,
—Diana dio un suspiro de alivio.
—Al menos no se había avergonzado.