Diana observaba cómo sus ojos la miraban intensamente y tragó saliva. Intentaba pensar en qué decir, pero no se le ocurría nada, solo se quedaba allí de pie, con el corazón latiendo de forma errática.
Michael tragó saliva mientras su vista caía en el pecho de ella, llevaba una rebeca pero él podía ver el tenue contorno de sus pezones; apretó los dientes imaginando cuán desnuda estaba debajo de esa única prenda...
El aliento de Diana se agitaba, lamía involuntariamente su labio inferior mientras su mano se aferraba al extremo de la rebeca; ¿acaso él la iba a tocar?
Estaban irresistiblemente cerca el uno del otro, y su aroma llenaba las fosas nasales de ella. Lo deseaba tanto que sabía que si él hacía tan solo un movimiento, se iba a derretir como un cubo de hielo al sol.
Michael parpadeó después de un momento:
—Estaré en la sala —dijo con voz ronca, sin esperar su respuesta, se dio la vuelta y salió rápidamente de la cocina.