Feng Tianyi no tenía intención de darle las riendas, pero esta ligera dominancia que venía de ella era algo que despertaba su curiosidad. Lástima que no estaba preparado para ello. La vista de la emperatriz bajando entre sus piernas era extremadamente sexy. Ni siquiera había pensado que ella era capaz de semejante tortura.
—Moyu, eso es... —No pudo terminar sus palabras cuando su mente fue volada por la audacia de ella. Intentó sofocar su gemido, pero fracasó mientras Tang Moyu continuaba su asalto.
Tenía problemas para recordar cómo respirar adecuadamente y dejó caer su cabeza hacia atrás. Su mano encontró la parte posterior de su cabeza mientras sus caderas se movían involuntariamente hacia ella. Tang Moyu detuvo lo que estaba haciendo y le dio una advertencia.
Sus rasgos estaban contorsionados por el esfuerzo, un esfuerzo placentero que nunca pensó que podría experimentar con ella. ¿Cómo lo sabía? Se preguntaba Feng Tianyi. ¿Cómo sabía ella lo que él quería?