—¿Realmente era necesario? —preguntó Tang Moyu mientras permitía que Feng Tianyi le tomara la mano y la llevase hacia el ascensor—. Los has asustado hasta perder el juicio —señaló.
—¡Entonces me alegro! —dijo el diablo con un ceño fruncido—. No le agradaba que Yun Zhen estuviera arruinando su noche con Tang Moyu, incluso si él no estaba presente físicamente—. Deberían tomarse mi advertencia en serio si quieren mantener sus empleos.
Tang Moyu observó su expresión agria y no pudo evitar sonreír. Se inclinó hacia él y le besó la mejilla, dejándolo en shock. No había una gran diferencia entre sus alturas, pero con los tacones altos de Tang Moyu, no necesitaba esforzarse para alcanzar su rostro.
—Gracias por defenderme, mi diablo en armadura brillante —le guiñó un ojo, logrando que se le subiera un ligero sonrojo a la cara—. ¿Eh? ¿Te estás sonrojando? —lo molestó al verlo.