—Entonces, ¿de qué quieres hablar, Tianyi? Apúrate, Baobao y Pequeña Estrella ya están despiertos y quiero unirme a ellos para el desayuno —dijo Song Huifen cuando su hijo entró en su estudio como había dicho que haría hace una hora.
—Vas a desayunar otra vez. ¡Vaya! No sabía que tenías tanto apetito, Madre —dijo Feng Tianyi mientras tomaba asiento frente al escritorio de su madre y sostenía su bastón con ambas manos, mirándola con curiosidad.
—¿Me dices qué pasa, Madre? —la confrontó.
Song Huifen arqueó una ceja hacia él mientras juntaba las manos, apoyando su espalda en la silla con pereza.
—Ya sabes... —dijo ella con sospecha, estrechando la mirada hacia su hijo.
—Sí, lo sé —hizo una pausa—. Tenías razón, Madre. Baobao y Pequeña Estrella son míos.
Los labios de la mujer se torcieron divertidos.
—Te lo dije, ¿no? Siempre tuve razón —sonrió con orgullo.
