—Soy yo quien quería perseguir a Meili —confesó—. Ella nunca me obligó a nada, excepto a renunciar a ella.
—Pero no lo hiciste —Tang Moyu cruzó las piernas y levantó una ceja hacia él.
—No... No pude —confesó.
También había pensado que con la distancia entre él y Li Meili, sería capaz de poner a prueba su determinación, pero su corazón traidor aún la deseaba sin importar dónde estuviera y sin importar cuán inalcanzable fuera Li Meili.
La emperatriz asintió lentamente, apoyando su barbilla con el dorso de la mano mientras observaba a su hermano menor.
—Pero Beixuan, sabes que estás poniendo a Meili en una situación peligrosa al estar contigo, ¿verdad? —señaló, lo que hizo que Tang Beixuan se paralizara en su lugar.
—¿Qué? —dijo, desconcertado—. ¿Qué quería decir su hermana con eso? ¿Por qué diablos diría que pondría a Li Meili en una situación precaria? ¿Había algo que no sabía?
Los ojos de Tang Moyu se oscurecieron.
