Imagina su sorpresa cuando sintió a Moyu sentándose a su lado en el sofá y rodeándola con sus brazos mientras ella lloraba entre sus manos.
—Tonta, Meili. ¿Realmente crees que podría odiarte alguna vez? Eres mi hermana jurada —Tang Moyu suspiró y acarició la cabeza de Li Meili con una dulzura que pocas personas podían recibir de la fría emperatriz.
Li Meili levantó la cabeza y la miró con sorpresa.
—Moyu, ¿no estás enojada? ¿Estás segura de que no me odias? —preguntó ella.
Tang Moyu negó con la cabeza y secó las lágrimas de su mejor amiga con un pañuelo limpio.
—No. ¿Debería estarlo? —respondió ella.
Li Meili abrió la boca para decir algo pero también quedó sin palabras por la reacción de su mejor amiga.
—Meili, ¿has olvidado? ¿No hiciste un pacto conmigo? ¿No prometiste que tú y yo somos hermanas juradas? Durante mucho tiempo, nos hemos apoyado mutuamente. Deberías confiar más en mí y en mi juicio —la emperatriz comenzó, sus ojos se suavizaron mientras miraba a Li Meili.