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Cada músculo de su cuerpo estaba tenso. Fafnir apretó la mandíbula, maldiciéndose a sí mismo por lo que le había hecho durante la noche. —Si puedes perdonarme, yo te daré— se detuvo. Consideraba qué era todo lo que podría ofrecerle.
Tabit giró la cabeza sobre sus hombros y levantó una ceja para que él terminara la frase.
Tragó sus temores y dijo:
—Si me perdonas princesa, te daré un collar de las mejores perlas que se puedan encontrar en todo Araniea.
Tabit contuvo una risa. Él era tan adorable que tenía ganas de apretarlo fuerte y besarlo hasta dejarlo sin sentido, pero quería demorar su placer. —¿Y cómo harás eso? ¿Preguntarás al Rey Eltanin?
Él negó con la cabeza. —No, lo conseguiré por mi cuenta. Iré a Stourin a buscarlo para ti. De hecho, tengo uno en casa también y si quieres es tuyo.
Ella se tocó la barbilla, queriéndolo más a él que el soborno que ofrecía. —Hmm... Tendré que pensarlo —respondió.