Rigel tomó una respiración profunda mientras miraba incrédulo a Tania. La chica tenía tanto poder que le asombraba. De lo que era, se había convertido en una reina encantadora.
—¿Para qué nos has llamado? —preguntó a Eltanin. Lerna estaba sentada a su lado. En los últimos días, se sentía... vacío.
Aunque Eltanin no decía nada respecto a su estancia en Orión, a Rigel no le gustaba estar más tiempo del necesario. Había pensado que podría convencer a su padre sobre su compañera, pero el anciano era inamovible en su decisión. Era como si Rigel intentara cortar acero duro. Estaba enojado consigo mismo y no lo mostraba a Lerna, pero pensaba en maneras de volver a su reino, a su gente.
Eltanin echó un vistazo a Lerna, que estaba sentada tímidamente junto a Rigel. —Lerna, sé que lo que voy a preguntarte puede no ser apropiado, así que si decides no responder a mis preguntas, recuerda, no tengo nada en contra tuya.