Alrakis se detuvo un rato mientras todos lo miraban con expectación.
—¿Qué? —le preguntó Taiyi impacientemente.
Alrakis se tocó la barbilla. —¿Qué tal si le pides al Rey Izo detener la exportación de todo material que sale del Mar de Jade hacia las tierras de Araniea por unos días?
Taiyi rodó los ojos. —¿Cómo resolverá eso nuestro problema, Alrakis? —dijo, su voz prolongándose con desdén.
—¿Cuánto dura el efecto de esta poción? —preguntó Alrakis.
—Eso depende de la cantidad de plancton que tenga. —Ella tomó el pergamino y dijo—. Esto es lo máximo que se puede consumir según lo reportado por el curandero, y si uno consume más de esto, podría sufrir un ataque paralítico.
—¡Cuernos de Calaman! —Alrakis susurró—. ¿Y ese viejo bastardo la ha estado tomando continuamente?