Después de volver a casa, Mo Rao se derrumbó cansada en el sofá. Mo Yuan le llevó apresuradamente una taza de agua caliente.
—Lo que pasó hoy realmente puede considerarse una crisis imprevista —comentó Mo Rao—. Me pregunto quién fue tan audaz como para envenenar la comida en público.
Mo Rao se sentó y tomó el agua caliente de la mano de Mo Yuan. Luego, dio un pequeño sorbo.
—En realidad, tengo un sospechoso en mente —confesó ella.
Cuando Mo Yuan escuchó esto, se detuvo en seco y preguntó con cautela:
—¿Sospechas... de Qu Rou?
De hecho, su sospechoso también era Qu Rou.
No había otra razón. Entre las personas presentes, solo Qu Rou tenía la mayor malicia hacia Mo Rao.
Además, Qu Rou era capaz de hacer tal cosa a plena luz del día.
Mo Rao asintió.
—Sospecho que es ella, pero no tenemos ninguna prueba —dijo, y con eso, suspiró suavemente.
