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Después de regresar a casa, Mo Rao se duchó y abrió lentamente los regalos que Fu Ying le había dado.
Para su sorpresa, no todos eran regalos que Mo Rao había imaginado.
Entre estos regalos, había joyas hechas con diamantes rotos y relojes antiguos exquisitos, pero también había muñecas de tela que parecían haber sido cosidas a mano.
Mo Rao de repente recordó que cuando estaba con Fu Ying, le dijo algunos regalos que quería.
Por ejemplo, un par de relojes a juego y algo hecho por él mismo.
Al pensar en Fu Ying sentado bajo la luz con una expresión helada y cosiendo seriamente una muñeca, el corazón de Mo Rao no pudo evitar latir con fuerza.
Resultó que él no había olvidado completamente lo que ella dijo.
Mo Rao sostuvo la muñeca y la miró fijamente mientras decía suavemente:
—¿Debí haber sido tan fría?
La muñeca parecía sonreír en respuesta.
Mo Rao ya no quería tener nada que ver con Fu Ying, pero al ver esto, su corazón se ablandó.