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Los ojos de Mo Rao eran como agujeros negros sin calidez mientras miraba fijamente a Fu Ying con frialdad. Su tono de voz era desagradable —¿Dónde están mis hijos?
Fu Ying se congeló —Hijos...
—Fu Ying, ¿no sabes cómo decírmelo? —Mo Rao se rió fríamente.
Fu Ying realmente no sabía cómo decírselo. En los últimos días, su corazón había estado doliendo mucho y deseaba poder golpearse hasta la muerte.
En ese momento, la sonrisa en el rostro de Mo Rao se veía muy desconocida y fría, haciéndolo sentir aún más incómodo.
—Ahora que la enfermedad de Qu Ru está curada y mis hijos se han ido, finalmente no hay más obstáculos entre ustedes dos. Vuestro deseo se ha cumplido, así que deberíais juntaros rápidamente, vosotros, pareja adúltera, y no separaros nunca más. ¡No hagan daño a nadie más! —La burla de Mo Rao sonaba muy cruel.
Ya no había calidez en sus ojos. Ella miraba a Fu Ying con un odio sin precedentes.