Mo Rao tuvo un sueño. Su sueño estaba lleno de niebla blanca.
Había una niña y un niño tomados de la mano. La niña tenía una linda cinta atada alrededor de su cabeza.
Los dos eran muy lindos y regordetes. Sus rasgos faciales eran tan exquisitos como los de unas muñecas.
Cuando Mo Rao los vio, sintió una inexplicable sensación de familiaridad. Se agachó y los acarició. —¿De quiénes son ustedes niños? ¡Son tan lindos!
—¡Mami, somos tus hijos! —La niña dijo con voz infantil.
El niño era más distante. Su expresión era fría, pero también la llamó "Mami".
Mo Rao se quedó atónita. Negó rápidamente, —Niños, ¿están confundidos? No soy su madre. Mis hijos todavía están en mi vientre y aún no han nacido. Será dentro de unos meses. ¿Están perdidos?
Sin embargo, los ojos de la niña se llenaron de lágrimas. Hizo pucheros y lloró, —¡Mami, nos estamos yendo, pero no soporto dejarte!
—¿Qué? —Mo Rao no entendía, pero al ver a la niña llorar, su corazón se estremeció.