La expresión de Mu Tingfeng se oscureció levemente—. ¿Por qué?
—¿Por qué? ¿No es obvio? —Zhao Youlin se burló como si finalmente hubiera encontrado un canal para desahogar su enojo—. Escupió las debilidades de Mu Tingfeng sin vacilar. ¿Quién siempre tiene una expresión de madera en la cara, y cuyas sonrisas son tan raras como una luna azul? ¡Es como si todos sus músculos faciales estuvieran rígidos! ¿Quién querría quedarse con una persona así? —La persona cuyos músculos faciales estaban todos rígidos, quedó sin palabras...
—¿Quién querría estar con un escoria que ni siquiera viene a casa una vez en medio mes? ¡¿Y ver al escoria con su señora cuando ya era raro verlo aun siendo más raro que un fénix?! —El escoria se quedó sin palabras...