Cuando la Tercera Señora escuchó a Li Tingfeng y a su hijo discutiendo, salió corriendo con la cara pálida. Abrazó al furioso Li Tingfeng y suplicó:
—Maridito, tiene que ser Li Ze'en. Ella debe haber maltratado a Zeyu, por eso Zeyu cambió tanto.
Sus palabras lo despertaron.
Los ojos de Li Tingfeng eran implacables. —Li Ze'en, ¿incitaste a tu hermano a enfrentarse a nosotros?
Li Ze'en no se atrevió a enfrentarse a Li Tingfeng y se apresuró a explicar:
—Papá, ¿crees que tengo esa capacidad?
Li Tingfeng pensó por un momento y sintió que Ze'en no tenía la capacidad de incitar a Zeyu a desafiarlos.
Li Ze'en vio que su expresión se aliviaba un poco. Temiendo que volviera en sí, rápidamente encontró una excusa para escabullirse.
Esa noche, Li Ze'en sabía que la villa de la familia Li debía estar en caos otra vez. Se sentía muy feliz por esta situación. Lo único que le causaba culpa era que parecía haber arrastrado a Li Zeyu consigo.