Cuando Li Tingfeng y la mujer vieron la fiera apariencia de Li Zecheng, todavía estaban un poco aterrorizados. Sin embargo, la mujer no era para tomársela a la ligera. Ella sostuvo la mano de Li Tingfeng con arrogancia y anunció su soberanía.
—Li Zecheng, abre los ojos y mira bien. ¿Todavía es esta la habitación de tu madre?
Fue entonces cuando Li Zecheng se dio cuenta de que los muebles de la habitación habían cambiado drásticamente. El original mobiliario de caoba había sido reemplazado por una nueva cama de estilo europeo. Las lámparas chinas originales también se habían convertido en lujosas lámparas de araña de estilo europeo.
Ya no quedaba ningún rastro de su madre en esta habitación.
Li Zecheng no podía imaginar cuán desesperada debió haber estado su madre cuando fue expulsada por ellos.
El fuego en su pecho comenzó a arder fieramente, y su guapo rostro se torció de ira. —Li Tingfeng, no eres un hombre.