Li Zecheng, que había regresado con el ánimo por los suelos, no esperaba recibir un golpe aún mayor.
Acababa de llegar a casa cuando vio dos grandes maletas apiladas en la puerta. Wei Xin lo esperaba en el sofá con su hijo menor en brazos.
Li Zecheng se quedó ligeramente aturdido. —Wei Xin, ¿qué estás haciendo? ¿Por qué no me avisaste con antelación que ibas a hacer un viaje?
Wei Xin lo miró fríamente. Su mirada ya no era tan apasionada como antes. Quizás fue porque había conseguido a Li Zecheng que se dio cuenta de que este hombre no era tan bueno como había imaginado.
—Quiero divorciarme de ti —dijo con sequedad.
—¿Estás loca? —Li Zecheng pensó que ella estaba bromeando. Después de todo, Wei Xin había puesto mucho esfuerzo en estar con él. No creía que realmente pudiese soportar separarse de él.
La expresión de Wei Xin era fría y su mirada firme. —No estoy bromeando contigo.