—Zhou Zhou, ¿recuerdas a Qin Sizhu? —Sisi le recordó con una sonrisa.
¿Qin Sizhu?
Una pequeña figura delgada y sucia apareció en la mente de Huo Zhou.
Eso fue cuando estaba en la universidad. Había ido de viaje con sus compañeros de clase a algunas áreas montañosas de Sichuan Occidental. La gente de allí era sencilla y honesta, y los aldeanos los recibieron calurosamente.
Sin embargo, las personas que vivían en las montañas atrasadas eran realmente pobres. Después de quedarse en el pueblo por unos días, conoció a algunos niños muy pobres. En ese momento, probablemente tenían siete u ocho años. Iban vestidos con harapos y cargaban pesadas batatas para vender.
Huo Zhou estaba extremadamente impactado. Después de todo, en su comprensión, los niños de siete años en las grandes ciudades seguían actuando tiernamente bajo la protección de sus madres.
