El Viejo Maestro Li era viejo y ya no tenía dignidad. Li Tingfeng nunca hacía caso a sus palabras, y sus otros hijos lo ignoraban. El Viejo Maestro Li solo podía mirar al herido y suspirar.
Li Tingfeng estaba muy engreído, pero en el siguiente segundo, comenzó su pesadilla.
La puerta de hierro tallado del patio de la villa de repente dejó escapar un estruendo que hizo temblar el corazón de Li Tingfeng.
—¿Qué ha pasado? —preguntó con horror.
El mayordomo se apresuró a entrar y notificó:
—Maestro, el Joven Maestro Zecheng ha regresado a casa.
Cuando Li Tingfeng escuchó esto, su cuerpo se desplomó sobre la silla. Hacía tiempo que había experimentado lo salvaje que era Li Zecheng. Ahora no lo trataba como a un padre en absoluto y le había dado una paliza varias veces. Li Tingfeng le tenía miedo.
Ordenó a gritos a los sirvientes:
—Deténganlo. No lo dejen entrar.
—Es demasiado tarde —gritó Li Zecheng con ira.