Huo Xiaoran miró con satisfacción la huella dactilar de Li Changhai. Luego, dobló cuidadosamente el acuerdo y lo guardó en su bolsillo.
En ese momento, la expresión de Huo Xiaoran cambió.
En vez de engatusar a Li Changhai, lo interrogó severamente:
—Li Changhai, ¿no deberías decirme honestamente quién te instruyó para herir a Qiao An una y otra vez?
Li Changhai era un viejo zorro. Ya se había aprendido de memoria su argumento:
—¿No dije que nadie me instruyó? Todo es culpa mía. Me duele el corazón por la Señorita Lu Mo. Por eso tengo que defenderla.
Huo Xiaoran se inclinó hacia adelante, y una sonrisa malvada apareció en su guapo rostro:
—Li Changhai, te aconsejo que respondas adecuadamente a mi pregunta. Si mientes sobre algo y me haces sentir insatisfecho, déjame decirte, mañana será el fin de Lu Mo y la señora Lu.
La sonrisa de Li Changhai desapareció. Solo ahora se dio cuenta de que el acuerdo era probablemente una trampa.