—¡Jamás dejaré ir a aquellos que me hacen daño! No usaré mi muerte para castigarte. Mi hermana usó su muerte para torturarme de por vida. Yo no haré eso. Quiero vivir para verte sufrir. Quiero hacerte sufrir como he sufrido yo. ¡No, quiero que sufras aún más! —La sonrisa de Liang Zhou era maliciosa y aterradora.
Ye Xin estaba completamente asustada.
En ese momento, una dulce melodía comenzó a sonar en el aire.
Liang Zhou se quedó atónita por un momento. Al mirar su teléfono para ver quién llamaba, se dibujó una sonrisa en su rostro. No contestó la llamada. En vez de eso, sacó un rollo de cuerda gruesa y ató firmemente a Ye Xin antes de taparle la boca con cinta adhesiva. Después de terminar, aplaudió y admiró su trabajo. Solo entonces descolgó su teléfono y devolvió la llamada.
