—No me crees, ¿verdad? Está bien. Tengo pruebas. Están todas guardadas en el ordenador del estudio —dijo Liang Zhou, secándose las lágrimas y dejando de reír.
—¡Tú! ¿Qué quieres? —preguntó Ye Xin, reuniendo toda su energía.
—¿Qué quiero hacer? Solo quiero protegerte. Eso es todo —respondió Liang Zhou con una sonrisa dulce.
—No necesito tu protección —escupió Ye Xin, mirando fijamente a Liang Zhou.
—¿Es así? ¿Estás segura? Entonces, déjame mostrarte algo —dijo Liang Zhou, manteniendo la sonrisa en su rostro.
Liang Zhou empujó la silla de ruedas de Ye Xin de vuelta a la sala de estar. Luego, conectó su teléfono al televisor que estaba montado en la pared.
Ye Xin se quedó estupefacta al ver una foto de Mu Chen cargando al bebé con un brazo mientras su otra mano estaba colocada íntimamente en la cima de la cabeza de una mujer. La mujer miraba a Mu Chen con una sonrisa en su rostro.
Era una foto hermosa. A pesar de ser estática, el calor y el amor eran palpables solo con la foto.