Liang Zhou no durmió en toda la noche, y Mu Qing tampoco regresó. Se acurrucó en el sofá, repasando cada palabra que Mu Chen había dicho. Aquella noche, sintió como si su corazón hubiera sido cortado en sangrientos pedazos. Con el pasar de la noche, el dolor insoportable que sentía la fue adormeciendo lentamente.
Era temprano en la mañana cuando rayos de sol se filtraron en la sala de estar y el sofá. A pesar de la luz del sol, Liang Zhou sentía frío.
En ese momento, la ayudante, Xiao Yu, entró a la sala de estar. Se sorprendió al ver a Liang Zhou. Instintivamente preguntó:
—Señora, ¿por qué está sentada aquí tan temprano?
Liang Zhou miró a Xiao Yu aturdida. Sus ojos estaban vacíos y sin vida.
Xiao Yu se acercó y preguntó con cautela:
—Señora, ¿se siente mal?