A la mañana siguiente, Jing Yao abrió los ojos a la misma hora de siempre. Tomó su celular y lo miró. Liang Xun ya debería haber salido a esta hora.
Tenía una impresión vaga de lo sucedido en medio de la noche anterior. Se sentó en la cama y levantó el dobladillo de sus pantalones para mirar. Todavía había algunas marcas tenues en sus pantorrillas. Eran muy ligeras. Si no fuera por su piel clara, no se habrían visto.
—¿Presioné demasiado fuerte? —la repentina voz sobresaltó a Jing Yao.
Ella levantó la vista y vio a Liang Xun parado en la puerta de la habitación. Llevaba puesta una camisa blanca y estaba impecable.
Jing Yao apresuradamente soltó sus pantalones y fingió estar calmada.
—¿Por qué no estás en el trabajo aún? —preguntó.
—Oh, hoy no voy a la compañía —respondió Liang Xun con calma.
Jing Yao lo miró con sospecha y abrió la boca para preguntar la razón. De repente, se dio cuenta de algo y rápidamente cerró la boca.
