En el recinto de la exposición, los expertos de la industria que estaban al frente miraban los dibujos con gran entusiasmo y había todo tipo de cumplidos. Aquellos que no entendían de arte les hacían eco y aplaudían. De repente, un cubo de agua fría les fue vertido encima.
La escena originalmente ruidosa y animada se quedó instantáneamente en silencio.
Todos miraron hacia la fuente de la voz. Song Fengwan se levantó lentamente de su asiento.
Los dedos de Gao Xue agarraban el micrófono con fuerza, y apretaba los dientes tan fuerte que crujían. Ya he registrado las patentes. ¿Qué quiere hacer esta chica desdichada?
—¿Señorita? —El guardaespaldas al lado le recordó a Song Fengwan que tuviera en cuenta la ocasión.
—Profesora Gao, solo quiero preguntarle si estos dibujos son realmente sus creaciones originales —Song Fengwan la miró directamente. Sus ojos de fénix estaban rojos, aparentemente en llamas, ardientes e intimidantes.
