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Yan Wangchuan estaba parado en la puerta, vistiendo un traje negro perfectamente planchado con una expresión severa. Cuando miraba a Qiao Aiyun, sus ojos estaban más sombríos que el viento invernal, parecía rígido y solemne.
Miró su reloj. —La Oficina de Asuntos Civiles abrirá en diez segundos.
Era como si pudiera oír el tic tac de la manecilla del segundero deslizándose por sus oídos. Se sentía como una tortura en esos cortos diez segundos.
Qiao Aiyun frunció el ceño. Era como si alguien le estuviera estrangulando la garganta pulgada a pulgada, dificultándole respirar.
Cuando la manecilla del segundero pasó los 59 segundos, Yan Wangchuan de repente apretó con más fuerza la bolsa de papel en su mano y le dio una mirada profunda.
—Voy a trabajar —Luego se dio la vuelta para irse.
Qiao Aiyun de repente extendió la mano para detenerlo. —Wangchuan...
Su voz era suave y hasta temblorosa.