—Sé de lo que quieres hablarme. Esas no son cosas que me guste escuchar. Debes haber asumido la culpa otra vez por lo que pasó. Vas a decir que tú fuiste la razón por la que me hospitalizaron de nuevo. Niña tonta, no pienses así. Pronto estaré bien. ¡Me darán de alta en menos de una semana!
—Shi Qian sí quería decir esas palabras.
—Está bien, ¡vuelve rápido! No sigas corriendo al hospital. Vuelve cuando me den de alta —instruyó Shi Qiuran.
—Ella asintió suavemente. Está bien, entonces volveremos.
—Vete rápido —Shi Qiuran les hizo señas a los dos.
Fu Sinian y Shi Qian salieron del hospital y se sentaron en el coche.
—Qian Qian, no comiste mucho hace un rato. ¿Quieres comer algo más?
—¿Tienes hambre? —Shi Qian se volvió hacia él y preguntó.
—Tengo hambre —respondió Fu Sinian con una sonrisa. Sus ojos ardían mientras miraba directamente a Shi Qian.
—Shi Qian pudo decir que la palabra definitivamente no era literal.
