—Qian Qian, no puedo acompañarte para siempre, ¿verdad? Todavía tienes una larga vida por delante. Mamá te dejará tarde o temprano. Mamá espera que tengas a alguien a tu lado que se haga cargo de ti por el resto de tu vida.
—Mamá, puedo arreglármelas sola —dijo Shi Qian.
Shi Qiuran sabía que era inútil que ella dijera algo ahora. Shi Qian no podía escuchar ni una palabra.
De hecho, siempre había tenido la sensación de que el matrimonio entre Sinian y Qian Qian no era firme. Nunca había esperado que se divorciaran tan rápido.
—Mamá, ya he alquilado una casa en un barrio cerca de la escuela. El ambiente es muy bueno. Nos quedaremos allí cuando te den de alta —dijo Shi Qian.
El corazón de Shi Qiuran estaba lleno de arrepentimiento. Sin embargo, después de todo, era su hija. No era apropiado para ella decir nada ahora, y mucho menos regañar a Shi Qian.
—Mamá, respóndeme. ¿Estás enojada? —Shi Qian preguntó con cuidado.