Shi Qian sintió un dolor picante en la punta de la nariz y las lágrimas se le acumularon.
Cuando se dio cuenta de en qué parte de Fu Sinian se estaba estrellando, se sintió terrible.
La fuerza en su mano seguía ahí. ¡Claramente lo estaba haciendo a propósito!
Shi Qian mordió a través de la toalla.
—Ah~~ —Se escuchó un jadeo desde arriba.
Esto no dolía mucho, y con la toalla de por medio, era como mucho abrasivo.
Con este mordisco, la sangre de Fu Sinian subió a su mente como agua hirviendo.
Acarió el cabello espeso y suave de Shi Qian, su corazón ardía.
Shi Qian nunca esperó que él no se moviera cuando ella había dado un mordisco. ¿No dolió?
¿O había mordido demasiado suave?
De repente, Fu Sinian le pellizcó la barbilla y levantó su pequeño rostro.
—¿Quieres otro mordisco? ¿Por qué no quito la toalla y muerdes como quieras, está bien?
—¡Sinvergüenza! —respondió enojada Shi Qian.
El cuerpo de Fu Sinian se presionó sobre ella.