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Shi Qian miró alrededor, sintiendo que sus ojos no eran suficientes.
Las decoraciones aquí eran todas de madera. ¡Eran dignas, maravillosas y grandiosas! Todas olían a dinero.
Fu Sinian se dirigió al área de descanso y Shi Qian lo siguió.
Había algunos platos con frutas cortadas en la mesa.
En otro plato había varios dulces de frutas.
Espino cerval, uvas, tomatitos, fresas, arándanos y plátanos. Había frutas de todos los colores, envueltas en un glaseado brillante y translúcido que hacía que a uno se le hiciera agua la boca.
—Si tienes hambre, come un poco de fruta primero —dijo de repente Fu Sinian.
—Tengo un poco de hambre —Shi Qian no se hizo de rogar. Tomó un dulce de espino cerval con fresa y se sentó en el sofá para comerlo.
No podía recordar la última vez que había comido dulce de espino cerval.
Pensaba que los dulces de espino cerval en la capital tenían toda clase de formas.
Para su sorpresa, encontró uno en forma de rollo aquí.
