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—¿Puedes caminar? Si no, espera un rato —Shi Qian estaba tan ocupado con su situación actual que no se dio cuenta de que estaba completamente prisionera en sus brazos.
—No hay fuerza en mis piernas. No puedo caminar —la voz de Fu Sinian sonó sobre ella.
—Entonces mantente en pie un rato antes de intentar dar un paso.
—Sí —Fu Sinian la miró hacia abajo.
Desde su ángulo, ella era realmente delgada. Sus hombros eran finos, pero las curvas de su espalda eran exquisitas.
No pudo evitar recordar cómo se sintió ese día.
Shi Qian sintió la fuerza en sus brazos apretarse lentamente.
Su rostro estaba casi enterrado en su pecho.
Nunca había estado tan íntima con un hombre. Un sentimiento extraño surgió en ella.
El pecho de Fu Sinian era amplio y sólido.
De niña, había perdido el amor de su padre. Especialmente envidiaba a otros niños, pero montarse en los hombros de su padre le permitía acurrucarse en sus brazos.