—Qian Qian, ven y pruébalo a ver si está tan bueno como el mío —Song Yan le llevó los fideos a Shi Qian.
Shi Qian bajó la cabeza y los probó. Sacudió la cabeza. —No está delicioso. Me gusta comer bolas al vapor de hueva de cangrejo. Tienen una textura firme. Esto está todo aguado y blando. Además, el aceite de la hueva de cangrejo no está completamente sofrito. No es tan fragante.
Song Yan no pudo evitar sonreír ante su evaluación. —Tu gusto no ha cambiado. Es bueno que no lo haya hecho.
—¿Qué acabas de decir? —Shi Qian no escuchó bien a Song Yan. Su voz era demasiado suave.
—No es nada. Lo probaré a ver si es como dices —Song Yan bajó la cabeza y lo probó—. Es cierto. Realmente es así. La próxima vez, lo haré para ti.
La sonrisa de Shi Qian se desvaneció. Miró hacia abajo a sus fideos y se quedó en silencio.
—No comas solo fideos. También hay tu postre favorito —le animó Song Yan.
—Sí, gracias —Shi Qian comió en silencio.
