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—Joven Maestro Fu, ya lo he dicho antes. No soy una concubina que compraste. No tengo por qué escuchar tus arreglos. Tengo mi libertad.
—¿Cuántos recursos te pueden dar si firmas con esas compañías? Cualquier empresa busca beneficios. Les importa tu valor y sus intereses.
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Shi Qian no pudo refutar esto.
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—Una vez que firmes el contrato, tendrás aún menos voz y voto, incluyendo el tipo de dramas y anuncios que aceptarás. Solo te convertirás en una máquina de hacer dinero, exprimida sin piedad todo tu valor.
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Shi Qian se quedó sin palabras.
Fu Sinian vio que ella estaba en silencio y sintió otra ira innombrable en su corazón.
Ella lo sabía todo, pero se negaba a aceptar sus arreglos, como si tuviera que marcar una línea entre ellos.
Ya que estaba dispuesta a entregarse a él, aún no podía entenderlo.