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Shi Qian se volteó a buscar su teléfono y vio que solo había un móvil en la mesita de noche. Era el de Fu Sinian.
Fue entonces cuando recordó que su secuestrador había aplastado su teléfono.
No había necesidad de llamarlo. Realmente no tenía manera de saber la situación de Liu Yiming.
—Te llamaré una vez. No te eches para atrás con tu palabra —Shi Qian infló sus mejillas y miró a Fu Sinian.
Fu Sinian asintió.
—E-Esposo —la voz de Shi Qian era tan pequeña como la de un mosquito.
—No puedo oírte —Fu Sinian no le dio ni una pizca de prestigio.
—Esposo —dijo de nuevo Shi Qian.
Fu Sinian asintió satisfecho.
—Bien, ¡dímelo rápido!
—Liu Yiming está bien. Estuvo con suero hasta la madrugada y se fue.
—Eso es bueno —Shi Qian suspiró aliviada—. Siento que esto va dirigido a mí. No me siento bien si alguien más se ve implicado por mi culpa.
Fu Sinian levantó de nuevo la barbilla de Shi Qian. —¿No es mutuo? ¿Por qué es otra persona de nuevo?