Cuando Shi Qiuran vio esta escena, le dolió el corazón.
Si no fuera por ella, Qian Qian no se habría casado con un vegetal.
También habría chicos como Song Yan que la sanarían y la amarían.
Lin Shiming no era el único tipo de hombre en el mundo.
—Tía, tengo algo que decirle a Qian Qian. ¿Puedo llevármela un rato? —preguntó Song Yan a Shi Qiuran.
—Sí, claro —asintió Shi Qiuran.
Song Yan sacó a Shi Qian.
Encontró un café cerca del hospital.
—Qian Qian, lo siento. Es toda mi culpa. Te perdí durante tanto tiempo. No sabía que habías sufrido tanto. ¡No sé cómo has sobrevivido todos estos años! Lo siento —Song Yan sostuvo la mano de Shi Qian, sus ojos llenos de angustia.
Shi Qian retiró su mano.
Por alguna razón, tenía una sensación extraña.
No estaba acostumbrada a toques tan íntimos.
Ella y Song Yan habían crecido. Ya no eran niños.
—Song Yan, ¿cómo te va en el extranjero? ¿Tienes novia? —Shi Qian quería cambiar el tema y preguntó casualmente.