Dentro de la habitación, Daniel Thompson estaba sentado en una silla con expresión preocupada. Cuando ella entró, sus ojos se iluminaron.
El corazón de Isabelle dio un salto cuando entregó el contrato que tenía en sus manos:
—Tío Thompson, este es el contrato que he redactado.
Daniel Thompson no habló.
Sintiéndose inquieta, dejó el contrato sobre la mesa.
Después de unos pocos segundos de silencio, justo cuando Isabelle se sentía incómoda, Daniel Thompson finalmente levantó la vista hacia ella.
—Isabelle, tú y Joshua se conocen desde niños, ¿verdad? —Isabelle se sorprendió un poco, luego asintió:
— Siempre hemos disfrutado discutiendo el uno con el otro desde jóvenes, y todos decían que éramos un enemigo feliz.
Ella sonrió con generosidad, sus inocentes y naifs ojos parecían puros e inofensivos.
Era difícil creer que una persona así pudiera hacer tal cosa.
Daniel Thompson tenía dudas en su corazón y también estaba sopesando sus opciones.