Fuera de la puerta, Catrina Rodgurez y Nicholas Thompson estaban cara a cara.
Pasaron minutos, pero ninguno de ellos dijo una palabra.
Uno era demasiado vacilante, al otro le faltaba valor.
Mirando a la mujer que amaba, Nicholas Thompson sentía un sabor amargo en el corazón.
Él había reunido el coraje para confesar sus sentimientos a Catrina, solo para saber que ella se iría del país.
—Espera a que gane el Premio Nobel de Física, después estaremos juntos.
En la opinión de Nicholas, eso equivalía a un rechazo.
Sin embargo, para Catrina, parecía que Nicholas la subestimaba.
—¿Qué tiene de malo el Premio Nobel de Física? —se preguntó Catrina—. ¿No era ella excelente?
No fue hasta más tarde, cuando realmente entró en el campo de la física, que se dio cuenta de que su excelencia era meramente de primera categoría dentro de un círculo pequeño, no notable en una escala más grande.
Sin embargo, habiéndose expresado entonces, le resultaba difícil explicarlo ahora.