Gillian Thompson estaba sentada en el asiento del conductor, mirando a Joshua Thompson, con los ojos brillantes, emocionados y nerviosos.
Miraba cómo Joshua se burlaba de ella a través de la ventana, señalando a Nicholas Thompson y diciendo:
—¡Vamos, atropéllalo!
Gillian tembló, pensando que había escuchado mal.
—¿Qué haces ahí parada? ¡Atropéllalo! —Joshua la miró fríamente—. ¿No quieres que te perdone? ¿No quieres mis acciones? Atropéllalo y serán tuyas.
El corazón de Nicholas Thompson se apretó, gritó:
—¿Joshua, a qué te refieres con eso?
—¿A qué me refiero? —Joshua levantó las cejas, cruzó los brazos y dio una sonrisa perezosa—. Piensas que somos despiadados, pero es fácil decirlo cuando tú no eres el que está siendo atropellado. Somos familia, no podemos tener favoritismos, ella bien podría atropellarte.
—Mientras ella te atropelle, la perdonaré, y las acciones serán suyas, ¿qué te parece? —prosiguió Joshua.